Era casi al final de su segundo concierto, el domingo 28, en una Sala Nezahualcóyotl completamente llena hasta en la nueva fila de sillas que repegaron a una de las paredes del recinto. Los King’singers habían sacado de su repertorio (de tres mil piezas) una canción de los Beatles: I’ll Folow the Sun y se habían echado el público a la bolsa; “esperamos volver muy pronto”, gritaban con la mano en alto; se veían felices por los nutridos y prolongados aplausos que no terminaban hasta mucho después del segundo encore.
Al inicio del concierto de ayer, los King’singers habían agradecido al público, en español, por su recibimiento durante la anterior visita a México, “ya no voy a seguir hablando en español” dijo Stephen Connoly y continuó en un inglés muy british cual debe ser y remarcando innecesariamente las palabras.
El concierto se caracterizó por un perfecto balance entre la llamada música culta y la popular, entre lo solemne y lo jocoso. Al final de cuentas predominó esto último, cosa que el público agradeció sobremanera. Abrieron con Totus tuus (1987) de Henryk Górecki; siguieron con tres Madrigales Renacentistas de Inglaterra, de Thomas Weelkes, Thomas Morley y John Wilbye; luego continuaron con Música Española Renacentista (Fuego-Agua); y Horizontes de Peter Louis van Dijk.
Después del intermedio cantaron Masterpices de Paul Drayton; luego prosiguieron con Arreglos armónicos, que consiste en una selección de repertorio ligero de canciones populares; aquí incluyeron música de los Beach Boys y The Beatles.
Fire-Water, Música Española del Renacimiento, tiene su antecedentes en los compositores españoles que fueron contratados en las catedrales americanas. Juan Gutiérrez Padilla (1590-1664) era organista y maestro de capilla de la Catedral de Puebla, y fue el principal compositor, músico, profesor y fabricante de instrumentos del siglo XVII en América Latina. Durante su estancia en la Catedral compuso obras sacras y otras profanas mezcladas con formas nativas, mejor conocidas como “negrilla”. Este tipo de piezas fue cantado por los King’singers, lo mismo que la música española conocida como “ensaladas” (popurrís de melodías con un fuerte sabor burlesco). Una de estas “ensaladas” es La Bomba, original de Mateo Flecha (1481-1553).
El punto jocoso más alto lo constituyó la presentación de Masterpiece, obra ligera de Paul Drayton (1944), que se construye a la manera de un homenaje a los grandes maestros de la música: para esto se toma el nombre del compositor clásico o barroco y se canta asociado con los estilos musicales de cada uno de ellos; por ejemplo, Johann Sebastian Bach se interpreta acompañado de una fuga.
Finalmente, con el público ya enloquecido, en el segundo encore, los King’singers salieron a cantar una pieza tejana, para ello hablaron con acento tejano, con palabras tejanas y bailaron a la manera de los montañeses; claro no faltó la alusión a las “extrañas” elecciones ocurridas recientemente en el poderoso país del Norte. Por cierto, entre el público aparecieron —quién sabe— si militantes del Partido Republicano, admiradores del presidente Bush o si simplemente eran tejanos. El chiste es que armaron gran alboroto.
En resumidas cuentas, después de su último concierto en esta segunda vista a México, los King’singers quedaron felices, radiantes.